La sociedad de hoy en día es
hija, nieta, bisnieta…y todas las generaciones que se le puedan y quieran
atribuir de la aparición del hombre sobre la tierra, cargada así de una larga
historia, sostenida en esta misma y en sus tradiciones.
El ser humano desde sus comienzos
ha sido un ser religioso y político. El hombre es un animal religioso y
político.
Ocurre sin embargo que parece
querer olvidarlo en aras de lo vertiginoso que se empeña que sean las acciones
y cambios…forzando un “huerfanismo” hacia sus orígenes.
Pensando en el andar del ser
humano es imposible no ubicar en la vanguardia
de su conducta y en su esencia lo religioso. El ser humano es un ser
religioso más allá de creencias o falta de ellas. Por acotar considero que la
falta de creencias es un…conjunto vacío.
Cuando me refiero a lo religioso,
no lo hago dirigido a lo que solemos imaginar y afirmar la mayoría de las
veces, a una religiosidad estructurada. Ese es y será otro tema.
La religiosidad amanece, en
términos y parámetros de la historia del hombre, casi con su incorporación
sobre el mundo.
A través de milenios, se nos ha
revelado un sin número de misterios. Se nos han puesto frente a nosotros como
en una vidriera, lo que no se ha revelado es el contenido puro de esos
misterios. Dejarían así por otro lado de serlo.
Más allá de lo registrado en las
Sagradas Escrituras y en textos afines a ellos para unos y en simples textos
para otros, es muy poco en sustancia comparado a lo que no se encuentra en
ellos. Pero no por esto su importancia es menor.
Antes de la escritura, esas
revelaciones, esos misterios, se comunicaban en de manera oral, y en los
primeros tiempos el hombre los relacionaba con la propia Naturaleza, superior e
incomprensible para él.
Después trasladó a la Naturaleza
a un segundo y no por eso merecido plano.
Así llegamos a la actualidad,
período que se me antoja desde el conocimiento de la palabra escrita.
La religiosidad. Ese imperioso
puente entre nosotros y lo desconocido de un plano superior.
Primero tuvimos la necesidad de
enterrar a nuestros muertos, después cerrar los ojos o levantarlos hacia lo
infinito, pidiendo por sus “viajes”, por sus almas, por su descanso.
En los comienzos lo hicimos
dirigiéndonos a la luz e implorando porque la noche y la oscuridad no fueran
eternas.
Así sobrevino el culto al Sol, al
amanecer, al fuego, y en la oscuridad a la Luna y las estrellas, como
centinelas que custodiaban a la espera del nuevo día que traería nuevamente la
luz y aparcaría las sombras.
Con el paso del tiempo, fuimos
agregando, otras entidades superiores a la cuales implorábamos por nosotros
mismos y por los seres queridos. Las llamamos divinidades, las adoramos,
idolatramos, muchas veces las “mostramos” por medios de iconos, así las hicimos
conocer antes de la escritura, y eso fue derivando en bases de moralidad,
estructura y convivencia para las nacientes sociedades que asomaron cuando
primó y prevaleció el asentamiento a lo nómada. El hombre terminaba de agregaba
así la economía a su condición de animal religioso y político.
No solamente lo que conocemos hoy
como nuestra inmediata cultura occidental se basa en orígenes religiosos, de
ahí la afirmación que somos seres religiosos en principio. Nos encomendamos a
algo “diferente” de nuestras fuerzas y conocimientos.
Nacieron los ídolos, iconos,
sobrevino la adoración a los primeros, y la representación sobre ellos mismos
con lo segundo.
Se trata de mirar hacia arriba,
el ídolo es superior a nosotros. No es un igual. Nos produce casi un trance, un
éxtasis que cuando el ídolo deja de estar ligado a lo sagrado y lo volvemos
profano, y hablamos con él como un igual, pierde esa condición y buscamos
otros.
Tal la conducta de la humanidad
que según los tiempos y las sociedades en esos tiempos, ha ido modificando
creencias y dioses, de acuerdo a sus necesidades inmediatas. Tal vez ahí el
error.
No abordo el tema como
practicante de ninguna religión estructurada. Sencillamente quiero o intento
hacer ver el valor y la incidencia de lo religioso en todos los ámbitos.
Fundamentalmente en la conducta
social de este siglo, que se empeña en no ver y aplastar el espíritu religioso
como si se tratara de algo simplemente añadido. Se ha convertido en una moda
negarlo.
Está impregnada, etiquetada de
progresismo, de humanismo, como si el progresismo y el humanismo se tuviera que
presentar con letras luminosas en un gran cartel para abrirse camino. Que lejos
de la realidad.
No se debe dirigir todo al momento, sino proyectarse para generaciones futuras. De otra manera cuando el humanismo se hizo presente hace más de quinientos años, hubiera estado destinado a fracasar, y hoy en día lo único que lograría sería “cargarse” la historia, la tradición, el legado propio de la humanidad.
No se debe dirigir todo al momento, sino proyectarse para generaciones futuras. De otra manera cuando el humanismo se hizo presente hace más de quinientos años, hubiera estado destinado a fracasar, y hoy en día lo único que lograría sería “cargarse” la historia, la tradición, el legado propio de la humanidad.
Adoramos, cierto, lo que
revelado, no ha revelado su puro interior, ahí el misterio. Y por otro lado
adoramos e idolatramos a personas que no han hecho ningún mérito para ello,
salvo en la mayoría de los casos a destacar en una actividad y nuestro error
radica en considerar y creer, sin ser conscientes, que tienen características
de ídolos en todo, en lo absoluto, que abarcan el ejemplo casi de perfección.
Una necesidad dada por el frenético movimiento y una búsqueda sin norte. Pero
es la sociedad de este tiempo. Como dijimos antes, cada una en su momento…
Asistimos en tiempos actuales a
la polémica y tema y de disociación en algunos países, de lo religioso y el
estado. En otros, eso ha ocurrido hace prácticamente un siglo.
Cosa que no es mala.
Pero, separar estados de
religiones no sería ni es el centro neurológico, o no tendría que serlo, de las
sociedades.
El tema pasa por, quitando la
fusión de estado-religión, quitarla totalmente, cortar una de las patas de la
mesa que conforma la misma. Con el paso del tiempo, que es infalible, esto
podría, y de hecho lo está haciendo en algunos lugares, terminar por tumbar a
la mesa.
¿Cómo puede el ser humano castrar
lo que sin lugar a duda ha conformado la base no solamente moral de la sociedad
actual, y sin estar alejado en apreciaciones, también incidente en la política
y economía del mundo entero?
¿Acaso cree el “hombre moderno”
que emulando lo que ciertamente con
horrores se hizo en nombre de la religión en momentos oscuros de fanatismo,
alegan así un mal social y se propone castrar una de las más viejas de las
condiciones humanas?
Permítaseme señalarlo como un
grave error.
En los programas de estudios se
ha quitado en muchos casos y en otros se sigue ese camino, la religión como
materia curricular.
Un caso es la laicidad y como uno
de sus puntos no abordar el estudio de una religión en particular y de igual
manera no decorar aulas con símbolos que identifiquen a unas u otras. Otra muy
diferente no llegar a tener noción alguna de la historia, porque es parte de
ella. ¿O desdeñaremos que considerar de la historia y que no?
Creo que la laicidad y sus
programas deben incluir la evolución de la misma, en todo ámbito humano dado.
Más que evolución, palabra también hoy en polémica…mejor decir las
modificaciones.
¿Qué basó las primeras leyes,
pautas morales, modo de convivencia…?
Y si apelamos a poner como excusa
que sobran ejemplos de enormes errores u horrores debido a la imposición
forzada de dogmas, que espera la sociedad sin tener esas referencias.
¿Acaso el ser humano despojado de
todo ello no erra? Y más. El todo vale, el anarquismo, el equivocar que el
derecho propio termina cuando comienza el del otro, con un simple tenemos más
derechos que otros.
Tal vez de esta manera un día nos
demos cuenta y no muy lejos en el tiempo, que todo lo nuevo, lo progresista, lo
desbordante de lo que todo lo que ha pasado fue peor (ni esto ni lo que afirma
Manrique…el equilibrio, muy difícil de lograr, es lo más acertado), ya nos haya
conducido a no poder volver a echar mano de bases que han marcado el paso del
hombre sin desalmarlo, y otras tantas salvándolo a pesar de creer que ello
estaba conduciendo a lo contrario.
No en vano la religión ha sido
objeto de estudio y los es, por diversas ciencias humanas, desde sus
respectivos puntos de vista, como la Antropología, la Sicología y la Historia
de las Religiones entre otras.
Solamente son apreciaciones,
sobre la religión como condición humana, no abordada como religión en sus
diversas estructuras ni seguir las geografías y las diferentes culturas, a
estas se deben estudiar en los programas educativos.
Porque si en lugar de hacerlo,
como argumento esgrimido en favor de supuestos avances, llegaremos a
depositarla en el cajón del olvido para así restar y no sumar conocimientos y
un día haremos lo mismo con otras áreas.
Dejaríamos de estudiar a
filósofos, matemáticos, físicos, químicos, astrónomos, artistas…en fin sabios
que por haber “errado” en el saber frente a lo que hoy “consideramos y
sabemos”, los tendríamos casi como energúmenos que nada aportaron.
Hasta tendríamos que programar
como llamar a los futuros niños ya que por mayoría abrumadora, los nombres con
que llamamos a nuestros hijos, tienen orígenes etimológicamente derivados de la
religión.
Queda claro, estoy a favor de la
laicidad, y a favor del estudio de la religión. Que no es excluyente.